17 marzo 2022

EL ANTIGUO HOSPITAL SANTA ANA

La obra principal de Fray Jerónimo de Loayza fue el Hospital de Santa Ana, cuyas obras se terminaron en 1553. La construcción fue realizada con fondos obtenidos por el arzobispo mediante la venta de alhajas, limosnas y un subsidio especial otorgado por el rey de España, Felipe II.


El hospital estaba destinado principalmente a alojar a los indios enfermos, pues muchos de ellos, por falta de atención médica y de alimentación adecuada, morían en sus ranchos.


El Hospital de Santa Ana, fundado en 1549 para indios, tenia 10 salas para hombres y 188 camas, 6 salas para mujeres y 89 camas.


En 1650, Se elimina el hospital del Cercado para refundirlo con el de Santa Ana porque era inútil sostener dos establecimientos con el mismo fin: atender a los nativos.


Santa Ana es demolido en 1922 en parte para ser modernizado y ampliado denominándose Casa de Maternidad de Lima, hoy convertida en el Instituto Materno Perinatal.


La Casa de Maternidad de Lima fue fundada el 10 de Octubre de 1826, por el Mariscal don Andrés de Santa Cruz. Aún cuando se había destinado como el primer local de la Casa de la Maternidad el del Colegio Santo Tomás, tan solo 8 días después, lo precario de la Hacienda Pública y la agitada situación política de aquellos momentos, cambiaron este lugar por una parte desocupada del antiguo Hospital del Espíritu Santo.


Con el correr de los años y como producto de la iniciativa y esfuerzo de la señora Fessel, el 26 de Octubre de 1829 se inaugura la Clínica y la Escuela de Parteras, que funcionarían en una sección del vetusto Hospital de Santa María de la Caridad, ubicada en la Plaza de la Inquisición, actual sede del Congreso. Allí laboró la señora Fessel hasta 1836, en que por razones de su quebrantada salud, renuncia al cargo retornando a su país, dejando varias promociones de parteras, las cuales obtenían del Protomedicato, a nombre del Estado Peruano, el título de “Maestra Partera”.
Con el retiro de Madame Fessel declinaron ostensiblemente la Escuela de parteras y la Maternidad de Lima. Coincidentemente ocurre algo semejante en el Colegio de Medicina, por lo que el gobierno del Mariscal Agustín Gamarra, dispuso el cierre del ya destartalado Hospital de la Caridad, trasladando las pacientes al Hospital Santa Ana.


Ese mismo año, el Hospital Santa Ana, ubicado en la Plaza Italia de los Barrios Altos, fue declarado Hospital de Mujeres y entregado en administración a la Beneficencia Pública.


Contaba con 14 Salas de Hospitalización, de las cuales 3 fueron destinadas a labores obstétricas: la sala Santa Rosa para parturientas; la sala San Antonio para puérperas y la sala San José, dedicada a mujeres enfermas con niños recién nacidos; la Ginecología se ejerció en la Sala La Merced. Además, las autoridades de la Beneficencia habían decidido establecer un nuevo Colegio de Obstetricia que reemplazara al fenecido Hospital de la Caridad y delimitara al mismo tiempo el sector de Maternidad.


Tras estos cambios, la Casa de Maternidad de Lima, es trasladada nuevamente en 1857,esta vez hacia el Colegio San Ildefonso, también conocido como el de las Recogidas, en cuyo local permanece durante 18 años hasta 1875 en que se desplaza al Hospital San Andrés. En 1877 este Hospital es destruido, lo que origina la obligada y última mudanza, retornando nuevamente luego de 20 años al Hospital Santa Ana, en donde permanece los siguientes 45 años, hasta 1922.


En 1922, al construirse la prolongación del Jr. Huallaga se toma parte del Hospital Santa Ana, el que es trasladado a un local construido con ese fin en la Avenida Alfonso Ugarte, tomando el nombre de Hospital Arzobispo Loayza, en honor del fundador del Hospital Santa Ana, que con esto desaparece. La porción restante pasó a constituir La Casa de Maternidad de Lima, cuyo nombre fue cambiado por Instituto Obstétrico – Ginecológico.


El 12 de marzo de 1925 la junta general de la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima, aprobó la venta de los terrenos que pertenecieron al Hospital de Santa Ana.
En Mayo de 1934, durante el gobierno del General Oscar R. Benavides se inaugura los ambientes de la actual Dirección, los Consultorios Externos y en los altos, la Clínica “Santa María” (llamada después “Hipólito Larrabure”) con frente al Jr. Antonio Miró Quesada. Años después, a raíz del terremoto de 1940, se construyó el Servicio Nº 6.


En 1985, sobre la base de los mismos hospitales se crea el INSTITUTO NACIONAL MATERNO INFANTIL (INAMI). En ese mismo año el gobierno expropia el terreno adyacente, que hace esquina con Jr. Huanta y Miro Quesada, para la construcción de la infraestructura para los Servicios de Emergencia, Alto Riesgo Obstétrico y Fisiología Fetal, así como también los nuevos Consultorios Externos de Obstetricia, Ginecología y especialidades.


En 1990, se desactiva el INAMI y el Hospital San Bartolomé se traslada a la Av. Alfonso Ugarte. Al año siguiente el Instituto Nacional Materno Infantil es designado como un establecimiento de salud especializado, con el nombre de INSTITUTO MATERNO PERINATAL (IMP).


09 marzo 2022

EL HOSPITAL SAN BARTOLOME

El Hospital San Bartolomé, fundado por Bartolomé de Vadillo, atendía exclusivamente a negros, sean estos esclavos o libres. Fue destruido totalmente en dos oportunidades y la actual edificación, que es la mejor conservada de los hospitales coloniales, corresponde a la reconstrucción realizada después de 1756. Con el advenimiento de la República y la desaparición formal de las castas se lo convirtió en hospital militar, función que cumplió hasta que se creara el actual Hospital Militar.



El gran cambio a partir de julio de 1821: se transforma en Hospital de atención de los heridos de la Guerra de la Independencia, sobre todo la División Colombia, que permanecerá hasta 1826 junto con sus inválidos y se les embarca con destino a su país. 
Desde 1826 se inicia como Hospital Militar de San Bartolomé, dependiendo en forma directa del Ejército Nacional, a cargo de un Cirujano Mayor y de un cuerpo de profesionales médicos y cirujanos integrales, más estudiantes de San Fernando interno y externos.


A partir de 1858 se incorporan las Hermanas de la Caridad de San Vicente Paúl, servidoras de los enfermos, en la parte administrativa, funcional y de gestión.




Historia

El hospital San Bartolomé fue fundado en 1651 por el sacerdote agustino fray Bartolomé de Vadillo, con el propósito de que fuera un centro de asistencia para negros libertos. Vadillo comprobó la necesidad de un establecimiento de ese tipo, pues sucedía entonces que cuando un esclavo negro dejaba de ser productivo, sea por enfermedad o vejez, el amo le daba libertad, para evitar hacerse cargo de su atención. De modo que eran muchos los libertos que quedaban en total desamparo.


El hospital se erigió muy cerca del hospital Santa Ana (dedicado a los indios) y del de San Andrés (donde se atendía a la gente de origen español), en el barrio de Santa Catalina, calle San Bartolomé (novena cuadra del actual jirón Miró Quesada), en donde funcionó durante más de trescientos años, hasta que en 1988 fue trasladado al sitio que actualmente ocupa.



El recinto sufrió los estragos del terremoto de 1687, siendo parcialmente reconstruido por el sargento mayor Manuel Fernández Dávila, que era el mayordomo del hospital.​ Una segunda destrucción sufrió durante el terremoto de 1746, por lo que debió ser completamente remodelado.



En 1821 empezó a ser usado para la atención de los soldados del ejército libertador, en especial de los grancolombianos que llegaron para luchar a favor de la independencia del Perú. Consolidada la República independiente, se convirtió en Hospital Militar, pasando su administración y sostenimiento a cargo del gobierno. Su personal lo encabezaba un Cirujano Mayor, más un cuerpo de cirujanos y médicos, así como alumnos de la Facultad de Medicina de San Fernando, externos e internos.


En 1866 pasó a la competencia de la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima, hasta 1880 en que volvió a la administración del gobierno, durante la dictadura de Nicolás de Piérola.



En 1910, al reorganizarse el servicio de sanidad militar del Perú, el hospital San Bartolomé quedó bajo la dependencia de la sanidad militar. Adoptó entonces el nombre de Hospital Militar de San Bartolomé, y funcionó como tal hasta 1958, cuando se inauguró el moderno Hospital Militar Central de la avenida Brasil.



El viejo hospital de San Bartolomé fue remodelado y ampliado en 1961, convirtiéndose en Hospital Centro de Salud Materno Infantil, y quedando bajo la dependencia directa del Ministerio de Salud Pública.



En 1988 se trasladó al amplio local situado en la octava cuadra de la avenida Alfonso Ugarte, que hasta entonces había sido la sede del Instituto de Enfermedades Neoplásicas.​ Por entonces se llamaba Hospital Materno Infantil San Bartolomé. Actualmente se denomina Hospital Nacional Docente Madre Niño San Bartolomé.



15 febrero 2022

HOSPITAL DE LA MISERICORDIA

Los primeros nosocomios de salud mental en Lima tienen sus orígenes en el siglo XVI. Los referentes más próximos son el Hospital de Santa Ana (1548) y el Hospital Real de San Andrés (1552). El primero se dedicó inicialmente a la atención de indígenas de ambos sexos y posteriormente restringió la asistencia sólo a mujeres. El Hospital Real de San Andrés atendía a españoles. Posteriormente se fundó el Hospital de la Caridad (1559) para mujeres españolas y el Hospital San Bartolomé (1646) para la atención de los negros.

HOSPITAL DE LA MISERICORDIA


Durante los primeros años de la República del Perú funcionaron en Lima las denominadas "loquerías", la de varones en el Hospital de San Andrés y la de mujeres en el Hospital de la Caridad, y a partir de 1840, en el Hospital de Santa Ana; ambos hospitales habían sido fundados durante el Virreinato del Perú, en el siglo XVI.



La atención de los enfermos mentales a mediados del siglo XIX, no difería en absoluto de la que se brindaba en el periodo colonial. Los enfermos eran recluidos en “loquerías” que se encontraban dentro de los hospitales generales, abandonados a su suerte y viviendo en condiciones infrahumanas. La loquería de San Andrés apenas destinaba un médico para la salud de los internos dejando la atención de salud mental en manos de empíricos.



Las malas condiciones en las que se encontraban los internos de las loquerías fueron denunciadas reiteradamente por el médico José Casimiro Ulloa. Así, en un documento escrito por aquel en 1859, puede leerse lo siguiente: 

“Es imposible atravesar el dintel de lo que se llama loquerias sin huir la vista de escena tan desoladora. La loquería de Santa Ana nos presenta, desde luego, un patio húmedo o cubierto de lodo, donde se ven aquí o allá montones de piedras, y en donde yacen sentadas, echadas o en cuclillas, las desgraciadas locas que, cubiertas de harapos y con la expresión particular que da á sus semblantes su mal, se nos presentan como las brujas de Macbeth".

Las malas condiciones sumado a la sobrepoblación en las que se encontraban los internos fue denunciado por el médico José Casimiro Ulloa (1829–1891) quien emprende la búsqueda de un nuevo establecimiento bajo condiciones adecuadas.



​Tal situación llevó a la fundación del Hospital de la Misericordia, en la Quinta Cortés, un antiguo local del barrio del Cercado​ que había pertenecido inicialmente a los jesuitas y que luego había pasado a funcionar como cuartel. La inauguración se llevó a cabo el 16 de diciembre de 1859, trasladándose todos los internos de las antiguas loquerías de San Andrés y Santa Ana.



El local elegido tuvo su ubicación en la Quinta Cortés, en el Barrio del Cercado. Como antecedente histórico se sabe que dicho lugar había sido sede del antiguo Colegio del Cercado, fundado en 1592 por el rey Felipe II para la instrucción de indios. En 1620, la Compañía de Jesús se hizo cargo del establecimiento hasta su expulsión en 1767. A raíz de este incidente el Colegio del Príncipe fue destinado, por orden real, como Hospicio de Pobres a fin de brindar ayuda a los mendigos y desvalidos de la ciudad.



Tiempo después el hospicio pasó a ser administrado por la Beneficencia y luego por el gobierno según Real Cédula del año 1803. Con el ocaso virreinal, el hospicio fue convertido en Cuartel de las tropas del Marqués de Valle Umbroso.

Durante la República, la Beneficencia vende el local a la familia Guiulfo y en 1857 vuelve a comprarlo para que funcione el Hospicio de la Misericordia y Hospital de Insanos en la Quinta Cortés, antigua residencia de jesuitas ancianos, enfermos o convalecientes. 
Finalmente, el 16 de diciembre de 1859 se inaugura con el nombre de Hospital Civil de la Misericordia. Por primera vez se construye un hospital destinado a la asistencia y curación de dementes teniendo como primer director al Dr. Casimiro Ulloa, precursor de la psiquiatría en el país.



El nuevo establecimiento fue construido bajo el marco teórico del tratamiento moral inspirado por Philippe Pinel, en Francia, aunque con siete décadas de retraso. Así, en su Reglamento Provisional de 1897 puede leerse, como funciones de las Hermanas de Caridad
“Art. 54. (…) 
6.º Procurar con todo empeño que los enfermos estén constantemente limpios y sean tratados con afecto, sin obligarlos á prácticas religiosas que ellos no acepten. (…) 
9.º Impedir que los enfermos sean maltratados de palabra o de hecho por los guardianes ú otros enfermeros. (…) 
11.º Las Hermanas deben velar rigurosamente para que los enfermos gocen toda la libertad de acción y de movimiento compatibles con este Reglamento”. 

En cuanto a los guardianes, figuraba entre sus obligaciones: 
“Art. 94. (…) 
4.ª Emplear siempre la persuasión y la dulzura, sin injuriar ni maltratar á sus pacientes, de obra ó de palabra (…).”

El hospicio se hizo conocido por haber albergado a personajes como los escritores peruanos Mercedes Cabello de Carbonera y Jorge Miota,​ habiendo sido también mencionado en algunas obras, como Una visita al manicomio, de la argentina Juana Manuela Gorriti.



Sin embargo, con el transcurso del tiempo el edificio del Hospital de la Misericordia (que era más conocido como Hospicio de Insanos o Manicomio del Cercado) resultó insuficiente para la creciente población que fue albergando. El médico Manuel Antonio Muñiz, sucesor de Ulloa, lamentó insistentemente las condiciones de hacinamiento en las que vivían los insanos, así como los malos tratos que recibían, exigiendo la construcción de un establecimiento más amplio. En un artículo publicado por él escribió lo siguiente:

  “Se puede decir, sin exagerar, que el manicomio de Lima, ni en su principio ni aun con sus mejoras posteriores, satisface las múltiples exigencias científicas. Y hasta duro es decirlo no merece el nombre de hospital de insanos. La verdad debe decirse entera. (…) El local no es ni siquiera apropiado para casa de reclusión. Fáltale mucho para eso. Fundar un manicomio es una obra muy difícil, muy laboriosa, muy delicada. Y todas estas circunstancias le faltaron al de Lima en su fundación. Quizá hubo demasiado talento para convertir un convento en una casa de locos. (…) O se tiene un buen manicomio ó no se dá tal nombre, á un edificio, á un local que no lo merece”.

Manuel Antonio Muñiz
Manuel Antonio Muñiz


Recién en 1900 se inició la edificación de un nuevo manicomio en el poblado de Magdalena del Mar, la cual no se concluyó hasta el 1 de enero de 1918, cuando se inauguró el Asilo Colonia de la Magdalena, lugar a donde fueron trasladados todos los pacientes del Manicomio del Cercado.
El 01 de enero de 1918, se inauguró el Asilo Colonia de la Magdalena, lugar a donde fueron trasladados todos los pacientes del Manicomio del Cercado. Al año siguiente, el filántropo trujillano Víctor Larco Herrera fue designado como inspector general modernizando el lugar. 

Victor Larco Herrera
Victor Larco Herrera


A partir de 1930 cambiaría su denominación como Hospital “Víctor Larco Herrera”, nombre que conserva hasta hoy.
En lo que se refiere al local del Hospital Civil de la Misericordia, se utilizó a partir de 1922 como Escuela de la Guardia Civil y Policía, en 1961 como sede del colegio Leoncio Prado y desde 1977 como sede del colegio “Alipio Ponce Vásquez” en Barrios Altos.

Hospital Victor Larco Herrera
Hospital Víctor Larco Herrera

02 febrero 2022

El primer Hospital de Lima

Se sabe que el 16 de marzo de 1538, el cabildo de Lima asignó dos solares para el funcionamiento del Hospital de Nuestra Señora de la Concepción (junto al actual Convento de Santo Domingo). La estrechez de sus ambientes hizo que el 21 de noviembre de 1545, el mismo cabildo asignara ocho solares para la reubicación del hospital frente a la actual Plaza Italia. Este nuevo hospital fue llamado «Real Hospital de San Andrés» produciéndose el traslado de pacientes y enseres en 1550,​ e iniciando su operación continua entre 1552 y 1553.



En 1868 una epidemia de la fiebre amarilla azotó Lima, ocasionando 6.000 muertos. Ello, sumado al crecimiento de la población y a la incomodidades de los viejos hospitales que existían en la ciudad, hizo que el 1º de mayo de 1868 el presidente Pedro Diez Canseco decretara la fundación de un moderno y más amplio hospital, al que se bautizó como Dos de Mayo, en homenaje a los peruanos que lucharon contra la escuadra española en el Combate del Callao librado el 2 de mayo de 1866 (llamado también Combate del Dos de Mayo). 

Pedro Diez Canseco Corbacho
Pedro Diez Canseco Corbacho



El Hospital de San Andrés siguió funcionando hasta el 8 de marzo de 1875, cuando todos los pacientes pasaron al recién inaugurado Hospital Dos de Mayo. El local funcionó entonces como convento de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul, y desde 1929, de las Hijas de María Inmaculada
Posteriormente, parte del terreno terminó convertido en la actual Comisaría de San Andrés (frente a la Plaza Italia), y el resto fue utilizado por el Colegio Óscar Miró Quesada, hasta que en el 2007 los alumnos fueron evacuados por Defensa Civil, por riesgo de derrumbe. Desde diciembre del 2009 la Sociedad de Beneficencia de Lima Metropolitana administra los 5 mil m² que quedan de los 10 mil que tenía el otrora hospital San Andrés cuando se fundó en 1552.




Vínculo con la momia de Pachacútec

Existen varias narraciones de cronistas que hablan sobre la preservación de varias momias incas, entre estas las del Sapa Inca Pachacútec en los espacios del Hospital Real de San Andrés.​ Por ejemplo, en 1560, Garcilaso de la Vega, descendiente de los reyes incas visita a Polo de Ondegardo y esto es lo que el narra de este encuentro:

«Cuando yo iba a venir a España, visite la casa del licenciado Polo Ondegardo, natural de Salamanca, que era corregidor de la ciudad, a besarle la mano y despedirme de él antes de mi salida. Entre otros favores que me mostró, dijo: "A medida que se van a España, entra en esta sala, y verás algunos de sus antepasados quienes he exhumado: ”En la habitación encontré cinco cuerpos de los gobernantes incas, tres varones y dos hembras .... Los cuerpos estaban perfectamente conservados, sin la pérdida de un cabello de la cabeza o la frente o una las pestañas. Estaban vestidos como lo habían sido en la vida, con llautus [diademas reales] en sus cabezas, pero no otros adornos o real insignia. Fueron enterrados en una posición sentada, sus manos cruzadas a través de su pecho, la izquierda sobre la derecha, y sus ojos bajos, como si buscara en el suelo.... Recuerdo haber tocado uno de los dedos de Huaina Capac, que parecía como el de una estatua de madera, que era tan duro y rígido. Los cuerpos pesaban tan poco que cualquier indio podría llevar en sus brazos o [en] la espalda de casa en casa.»
Garcilaso de la Vega




Además, en 1590, casi 30 años después que las momias fueron traídas a Lima, José de Acosta ofrece una breve reseña y confirma que uno de los cuerpos era el de Pachacútec:

«El cuerpo [de Pachacuti Inca Yupanqui] se encuentra tan bien conservado, y con una cierta resina, que parecía vivo. Los ojos se hicieron de pan de oro tan bien colocado que no había necesidad de los naturales, y tenia una contusión en la cabeza que había recibido de una piedra en una cierta batalla. Tenía el cabello gris y nada de eso había desaparecido, como si hubiera muerto ese mismo día, aunque en realidad su muerte se habían producido más de sesenta u ochenta años antes. Este cuerpo, junto con los de otros Incas, fue enviado por Polo a la ciudad de Lima bajo las órdenes del virrey, el Marqués de Cañete, ya que era necesario para acabar con la idolatría del Cuzco, y muchos españoles han visto este cuerpo, junto con los demás, en el hospital de San Andrés, fundado por el virrey mencionados, aunque por ahora se ven muy maltratados y en mal estado.»
José de Acosta




Recientemente, diversas investigaciones arqueológicas han tratado de encontrar los restos del gran emperador inca, los cuales de ubicarse en alguno de los ambientes aún por excavar del hospital supondrían uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de la época. No obstante, el arqueólogo Antonio Coello (quien lideró las excavaciones en el marco del último proyecto de búsqueda de las momias incas, y que contó con el apoyo de la Universidad de Chicago y la National Geographic) considera que es ya poco probable que aún se preserven dichos restos, indicando: «No creo que hayan logrado sobrevivir. Siempre se ha reavivado el testimonio de Garcilaso, pero mi hipótesis es que fueron destruidas después de la rebelión de Túpac Amaru, o en todo caso, no sobrevivieron a la humedad.»



El antiguo Hospital Real de Andrés, ubicado en la calle de San Andrés, en la octava cuadra del Jr. Huallaga, cerca de la Plaza Italia, antes Plaza Santa Ana, estaba muy cerca del edificio antiguo del Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando inagurado por el Virrey Abascal en 1811. Se encuentra cerca también del Hospital San Bartolomé, y del Hospital de Santa Ana y debiera ser el local adecuado para albergar el Museo de la Historia de la Medicina del Perú.



El Hospital Real de San Andrés tiene sus inicios en 1552 cuando Francisco de Molina atendía en su casa en el Callejón de Santo Domingo a enfermos que carecían de recursos. El número de pacientes fue aumentando progresivamente y hubo que recurrir a la caridad pública y luego a la ayuda del Virrey Andrés Hurtado de Mendoza, Marquez de Cañete, quien le escogió un arrabal, le asignó algunas rentas comenzando la construcción por la edificación de las enfermerías. Agradecido Francisco de Molina, puso como nombre al naciente Hospital el nombre de su benefactor "Andrés".



El Hospital de San Andrés desde sus inicios fue un hospital real, es decir que se encontraba bajo el patronazgo de la corona quien apoyaba su mantenimiento con un aporte anual.



Valdizán hace notar que antes de 1560 ya se menciona en las crónicas la existencia del hospital de San Andrés pues se dice que en 1556 fueron enterradas las momias de algunos emperadores Incas. Córdova y Urrutia señala este acontecimiento en 1556. 
A la muerte de Francisco de Molina en 1600, el Padre Juan Sebastián se interesa por el Hospital y solicita la protección del Marques de Salinas, Don Luis de Velasco, quien funda una hermandad y mayordomía. Según Lastres se funda en esa época la loquería del hospital.



De los pocos documentos que se pueden encontrar en el Archivo de Indias de Sevilla sobre el hospital,  prácticamente todo se refiere a los aspectos contables y provisiones económicas autorizando a los Virreyes a que las efectúen o las mantengan. Esta fuente nos instruye en una de ellas sobre la visita que hiciera Luis de Velasco al Hospital de San Andrés cuando dice lo siguiente:

"EI Hospital de San Andrés es de españoles que por ser solo casi toda la gente que no tiene renta acude a él en sus enfermedades y así está siempre muy poblado y cargado. Aunque tiene alguna renta, no le basta, ni la merced que su majestad le hace y la limosna se van acortando y hecho de ver en años anteriores que iba muy de caída. He procurado poner a cargo de 24 personas de algún caudal y buen nombre en la república, con que se ha levantado y mejorado la cura y regalo de los enfermos y se le hecha menos de ver la necesidad. Entendiendo el fruto que de esto se saca los he procurado acariciar y alentar, y siempre convendrá que vuestra excelencia le haga merced en esto y en lo demás que se ofreciere porque no tiene otro recurso, como he dicho, en esta ciudad todo genera de gente".




Mientras tanto el hospital de San Andrés tenía una vida intensa y en 1790 habia tenido 3598 pacientes hospitalizados de los cuales 211 habían fallecido. La población de Lima en aquellas épocas era de 52627, y en ese mismo censo se mostraba que en Lima ejercían la profesión 21 médicos y 56 cirujanos.



En los años siguientes la situación del San Andrés pasa por momentos difíciles y cierra en 1821 año en que los enfermos pasan al Hospital de San Bartolomé. En 1835 el Director de la Beneficencia Don Juan Gil, logra ocupar nuevamente el Hospital, previa una refacción que demanda un gasto de 7536 pesos. En 1858 dos años después de la fundación de la Facultad de Medicina de San Fernando, el Hospital de San Andrés contaba con 10 salas con capacidad para 557 enfermos y habían tres médicos, dos cirujanos, dos médicos auxiliares, cinco internos y seis externos.




Al transformarse la Escuela de San Fernando en la Facultad de Medicina en 1856, se crearon dos cátedras de clínica médica: la de hombres que se enseñó en el Hospital de San Andrés y cuyo fundador fue Miguel Evaristo de los Rios y la de mujeres que se enseñó en el Hospital de Santa Ana y cuyo nombramiento recayó en José Jacinto Corpancho. 


EI Hospital de San Andrés que había servido a la salud desde los primeros años de la Colonia, en la segunda mitad del siglo XIX se consideraba anticuado y según don Javier Correa, inspector del Hospital de San Andrés, en catorce años, entre 1858 y 1871 se habían duplicado las estancias. Alzamora relata que el 08 de marzo de 1875 fue el último día del hospital San Andrés y en realidad el primero del Hospital Dos de Mayo. Fue el día del traslado de los enfermos. 


La labor no fue fácil, algunos pacientes llegaron lentamente a pie, solos o ayudados por su familiares y amigos, otros cargados en sillas de madera o de manos, quienes en burro, a caballo, en coche o en el carretón del Hospital. Dicese que algunos pacientes aprovecharon la coyuntura para evadirse, los más de éstos fueron chinos, pero hubo también un torero que al llegar a la plazuela fue "rescatado" al parecer por su cuadrilla. Solo hubo una desgracia que lamentar, sin duda por el esfuerzo de ayudar en día muy caluroso y después de beber un vaso de chicha, murió súbitamente en el camino un anciano que durante muchos años había sido el "farolero" del Hospital San Andrés.




Posteriormente el Hospital se convirtió en casa de clausura de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul y luego en 1929 continuó la obra de caridad y enseñanza la congregación de las hijas de María Inmaculada.

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