02 febrero 2022

El primer Hospital de Lima

Se sabe que el 16 de marzo de 1538, el cabildo de Lima asignó dos solares para el funcionamiento del Hospital de Nuestra Señora de la Concepción (junto al actual Convento de Santo Domingo). La estrechez de sus ambientes hizo que el 21 de noviembre de 1545, el mismo cabildo asignara ocho solares para la reubicación del hospital frente a la actual Plaza Italia. Este nuevo hospital fue llamado «Real Hospital de San Andrés» produciéndose el traslado de pacientes y enseres en 1550,​ e iniciando su operación continua entre 1552 y 1553.



En 1868 una epidemia de la fiebre amarilla azotó Lima, ocasionando 6.000 muertos. Ello, sumado al crecimiento de la población y a la incomodidades de los viejos hospitales que existían en la ciudad, hizo que el 1º de mayo de 1868 el presidente Pedro Diez Canseco decretara la fundación de un moderno y más amplio hospital, al que se bautizó como Dos de Mayo, en homenaje a los peruanos que lucharon contra la escuadra española en el Combate del Callao librado el 2 de mayo de 1866 (llamado también Combate del Dos de Mayo). 

Pedro Diez Canseco Corbacho
Pedro Diez Canseco Corbacho



El Hospital de San Andrés siguió funcionando hasta el 8 de marzo de 1875, cuando todos los pacientes pasaron al recién inaugurado Hospital Dos de Mayo. El local funcionó entonces como convento de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul, y desde 1929, de las Hijas de María Inmaculada
Posteriormente, parte del terreno terminó convertido en la actual Comisaría de San Andrés (frente a la Plaza Italia), y el resto fue utilizado por el Colegio Óscar Miró Quesada, hasta que en el 2007 los alumnos fueron evacuados por Defensa Civil, por riesgo de derrumbe. Desde diciembre del 2009 la Sociedad de Beneficencia de Lima Metropolitana administra los 5 mil m² que quedan de los 10 mil que tenía el otrora hospital San Andrés cuando se fundó en 1552.




Vínculo con la momia de Pachacútec

Existen varias narraciones de cronistas que hablan sobre la preservación de varias momias incas, entre estas las del Sapa Inca Pachacútec en los espacios del Hospital Real de San Andrés.​ Por ejemplo, en 1560, Garcilaso de la Vega, descendiente de los reyes incas visita a Polo de Ondegardo y esto es lo que el narra de este encuentro:

«Cuando yo iba a venir a España, visite la casa del licenciado Polo Ondegardo, natural de Salamanca, que era corregidor de la ciudad, a besarle la mano y despedirme de él antes de mi salida. Entre otros favores que me mostró, dijo: "A medida que se van a España, entra en esta sala, y verás algunos de sus antepasados quienes he exhumado: ”En la habitación encontré cinco cuerpos de los gobernantes incas, tres varones y dos hembras .... Los cuerpos estaban perfectamente conservados, sin la pérdida de un cabello de la cabeza o la frente o una las pestañas. Estaban vestidos como lo habían sido en la vida, con llautus [diademas reales] en sus cabezas, pero no otros adornos o real insignia. Fueron enterrados en una posición sentada, sus manos cruzadas a través de su pecho, la izquierda sobre la derecha, y sus ojos bajos, como si buscara en el suelo.... Recuerdo haber tocado uno de los dedos de Huaina Capac, que parecía como el de una estatua de madera, que era tan duro y rígido. Los cuerpos pesaban tan poco que cualquier indio podría llevar en sus brazos o [en] la espalda de casa en casa.»
Garcilaso de la Vega




Además, en 1590, casi 30 años después que las momias fueron traídas a Lima, José de Acosta ofrece una breve reseña y confirma que uno de los cuerpos era el de Pachacútec:

«El cuerpo [de Pachacuti Inca Yupanqui] se encuentra tan bien conservado, y con una cierta resina, que parecía vivo. Los ojos se hicieron de pan de oro tan bien colocado que no había necesidad de los naturales, y tenia una contusión en la cabeza que había recibido de una piedra en una cierta batalla. Tenía el cabello gris y nada de eso había desaparecido, como si hubiera muerto ese mismo día, aunque en realidad su muerte se habían producido más de sesenta u ochenta años antes. Este cuerpo, junto con los de otros Incas, fue enviado por Polo a la ciudad de Lima bajo las órdenes del virrey, el Marqués de Cañete, ya que era necesario para acabar con la idolatría del Cuzco, y muchos españoles han visto este cuerpo, junto con los demás, en el hospital de San Andrés, fundado por el virrey mencionados, aunque por ahora se ven muy maltratados y en mal estado.»
José de Acosta




Recientemente, diversas investigaciones arqueológicas han tratado de encontrar los restos del gran emperador inca, los cuales de ubicarse en alguno de los ambientes aún por excavar del hospital supondrían uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de la época. No obstante, el arqueólogo Antonio Coello (quien lideró las excavaciones en el marco del último proyecto de búsqueda de las momias incas, y que contó con el apoyo de la Universidad de Chicago y la National Geographic) considera que es ya poco probable que aún se preserven dichos restos, indicando: «No creo que hayan logrado sobrevivir. Siempre se ha reavivado el testimonio de Garcilaso, pero mi hipótesis es que fueron destruidas después de la rebelión de Túpac Amaru, o en todo caso, no sobrevivieron a la humedad.»



El antiguo Hospital Real de Andrés, ubicado en la calle de San Andrés, en la octava cuadra del Jr. Huallaga, cerca de la Plaza Italia, antes Plaza Santa Ana, estaba muy cerca del edificio antiguo del Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando inagurado por el Virrey Abascal en 1811. Se encuentra cerca también del Hospital San Bartolomé, y del Hospital de Santa Ana y debiera ser el local adecuado para albergar el Museo de la Historia de la Medicina del Perú.



El Hospital Real de San Andrés tiene sus inicios en 1552 cuando Francisco de Molina atendía en su casa en el Callejón de Santo Domingo a enfermos que carecían de recursos. El número de pacientes fue aumentando progresivamente y hubo que recurrir a la caridad pública y luego a la ayuda del Virrey Andrés Hurtado de Mendoza, Marquez de Cañete, quien le escogió un arrabal, le asignó algunas rentas comenzando la construcción por la edificación de las enfermerías. Agradecido Francisco de Molina, puso como nombre al naciente Hospital el nombre de su benefactor "Andrés".



El Hospital de San Andrés desde sus inicios fue un hospital real, es decir que se encontraba bajo el patronazgo de la corona quien apoyaba su mantenimiento con un aporte anual.



Valdizán hace notar que antes de 1560 ya se menciona en las crónicas la existencia del hospital de San Andrés pues se dice que en 1556 fueron enterradas las momias de algunos emperadores Incas. Córdova y Urrutia señala este acontecimiento en 1556. 
A la muerte de Francisco de Molina en 1600, el Padre Juan Sebastián se interesa por el Hospital y solicita la protección del Marques de Salinas, Don Luis de Velasco, quien funda una hermandad y mayordomía. Según Lastres se funda en esa época la loquería del hospital.



De los pocos documentos que se pueden encontrar en el Archivo de Indias de Sevilla sobre el hospital,  prácticamente todo se refiere a los aspectos contables y provisiones económicas autorizando a los Virreyes a que las efectúen o las mantengan. Esta fuente nos instruye en una de ellas sobre la visita que hiciera Luis de Velasco al Hospital de San Andrés cuando dice lo siguiente:

"EI Hospital de San Andrés es de españoles que por ser solo casi toda la gente que no tiene renta acude a él en sus enfermedades y así está siempre muy poblado y cargado. Aunque tiene alguna renta, no le basta, ni la merced que su majestad le hace y la limosna se van acortando y hecho de ver en años anteriores que iba muy de caída. He procurado poner a cargo de 24 personas de algún caudal y buen nombre en la república, con que se ha levantado y mejorado la cura y regalo de los enfermos y se le hecha menos de ver la necesidad. Entendiendo el fruto que de esto se saca los he procurado acariciar y alentar, y siempre convendrá que vuestra excelencia le haga merced en esto y en lo demás que se ofreciere porque no tiene otro recurso, como he dicho, en esta ciudad todo genera de gente".




Mientras tanto el hospital de San Andrés tenía una vida intensa y en 1790 habia tenido 3598 pacientes hospitalizados de los cuales 211 habían fallecido. La población de Lima en aquellas épocas era de 52627, y en ese mismo censo se mostraba que en Lima ejercían la profesión 21 médicos y 56 cirujanos.



En los años siguientes la situación del San Andrés pasa por momentos difíciles y cierra en 1821 año en que los enfermos pasan al Hospital de San Bartolomé. En 1835 el Director de la Beneficencia Don Juan Gil, logra ocupar nuevamente el Hospital, previa una refacción que demanda un gasto de 7536 pesos. En 1858 dos años después de la fundación de la Facultad de Medicina de San Fernando, el Hospital de San Andrés contaba con 10 salas con capacidad para 557 enfermos y habían tres médicos, dos cirujanos, dos médicos auxiliares, cinco internos y seis externos.




Al transformarse la Escuela de San Fernando en la Facultad de Medicina en 1856, se crearon dos cátedras de clínica médica: la de hombres que se enseñó en el Hospital de San Andrés y cuyo fundador fue Miguel Evaristo de los Rios y la de mujeres que se enseñó en el Hospital de Santa Ana y cuyo nombramiento recayó en José Jacinto Corpancho. 


EI Hospital de San Andrés que había servido a la salud desde los primeros años de la Colonia, en la segunda mitad del siglo XIX se consideraba anticuado y según don Javier Correa, inspector del Hospital de San Andrés, en catorce años, entre 1858 y 1871 se habían duplicado las estancias. Alzamora relata que el 08 de marzo de 1875 fue el último día del hospital San Andrés y en realidad el primero del Hospital Dos de Mayo. Fue el día del traslado de los enfermos. 


La labor no fue fácil, algunos pacientes llegaron lentamente a pie, solos o ayudados por su familiares y amigos, otros cargados en sillas de madera o de manos, quienes en burro, a caballo, en coche o en el carretón del Hospital. Dicese que algunos pacientes aprovecharon la coyuntura para evadirse, los más de éstos fueron chinos, pero hubo también un torero que al llegar a la plazuela fue "rescatado" al parecer por su cuadrilla. Solo hubo una desgracia que lamentar, sin duda por el esfuerzo de ayudar en día muy caluroso y después de beber un vaso de chicha, murió súbitamente en el camino un anciano que durante muchos años había sido el "farolero" del Hospital San Andrés.




Posteriormente el Hospital se convirtió en casa de clausura de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul y luego en 1929 continuó la obra de caridad y enseñanza la congregación de las hijas de María Inmaculada.

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