04 febrero 2020

Basílica y convento de San Pedro

La Basílica Menor y Convento de San Pedro, edificada por la Compañía de Jesús a partir del siglo XVI, es uno de los más importantes complejos religiosos del Centro Histórico de Lima. Está administrada por la orden religiosa de los Jesuitas. Es también el Santuario Nacional del Sagrado Corazón de Jesús. El templo actual es el producto de la importancia que iba adquiriendo Lima como metrópoli de Nueva Castilla y porque los jesuitas ansiaban una joya arquitectónica que fuera digna de la orden. Tomaron como modelo la planta del templo de Gesù en Roma. En el atrio se encontraba el antiguo cementerio, prueba de ello es que existe una cruz, en el lugar; luego este atrio serviría también como teatrín.

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La Iglesia de San Pedro está situada en el cruce de la cuarta cuadra del Jirón Azángaro (Calle del Gato, por don Francisco Álvarez del Gato, conspicuo conservador de los libros celularios del Cabildo) con la cuarta cuadra del Jirón Ucayali. A una cuadra de la Avenida Abancay, en Cercado de Lima (Lima 1), a tres cuadras de la Plaza de Armas.

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La fachada es una obra arquitectónica de estilo neoclásico presenta tres puertas, de las cuales normalmente se abre la principal, las otras dos se suelen abrir en Semana Santa u otras circunstancias de importancia religiosa. Las puertas poseen sus portadas de piedra, de arcos de medio punto; sobre ellos tienen hornacina. En el centro el escudo de la orden; tiene zócalo alto de piedra y muros hechos de ladrillo unidos con calicanto, además pilastras en el primer cuerpo. Sobre ellos el friso con triglifos y metopas, luego una cornisa que soporta el barandal del segundo cuerpo de estilo barroco de gusto clásico una ventana principal con balaustres de madera; tiene tímpano triangular con una hornacina con la imagen de San Pedro.

Puerta Principal Iglesia de San Pedro en Lima

Las torres, también de estilo neoclásico, presentan balcones con remate de barandal, una cornisa octagonal, chapitel con barandal que termina en una cúpula con una linterna de madera. El atrio actualmente se encuentra protegidos por columnas de cemento (muro pretil) para dar mayor seguridad a las instalaciones; frente al templo hay una plazuela que también fue comprada por los jesuitas para dar perspectiva al templo y el público pudiera ver desde allí los actos religiosos que se desarrollaban en el atrio de la iglesia.

Procesion del Sagrado Corazón de Jesus. San Pedro de Lima 13.jpg

La Iglesia de San Pedro, fue por tradición hasta hace unas décadas el templo de la aristocracia limeña. Fue construida por los jesuitas con el nombre de San Pablo, e inaugurada su tercera versión, la actual, en 1638. 

Patio interior del Convento de San Pedro
Patio interior del Convento de San Pedro


Cuando llegaron por primera vez al Perú los jesuitas en 1568, fueron alojados por los miembros de la orden de los dominicos, instalándose luego el mismo año 1568 en los solares en que existe actualmente el complejo religioso, iniciándose su construcción este año de 1568 sobre un terreno de 150 pies de largo por 30 de ancho, su construcción inicialmente fue simple, siendo sus servicios religiosos muy concurridos. Asistían los españoles que estaban viviendo en la ciudad y decenas de indios que se congregaban en su gran atrio de tierra. 

Sacristía de la Basílica de San Pedro
Sacristía de la Basílica de San Pedro


Su primer templo fue tan modesto que los vecinos tuvieron que llevar lienzos, retablos, para embellecer sus muros, sedas para los ornamentos y piezas de plata para la sacristía; de tal modo que el Santísimo se pudiera exponer con decencia. El 30 de junio de 1569 se levantó un segundo templo en el sitio que hoy comprende a la capilla denominada de Penitenciaria. Finalmente edifican la tercera mucho más amplia, la que actualmente conocemos, realizada sobre el mismo terreno. Su constructor fue el Hermano jesuita Martín de Aizpitiarte; los planos fueron traídos por el padre jesuita Nicolás Durán Mastrilli, cuando fue nombrado primer rector del Colegio Máximo de San Pablo de Lima que tenía valor universitario.


La iglesia fue consagrada en 1638 con asistencia del virrey Conde de Chinchón y 160 religiosos jesuitas; el obispo Villareal bendijo su campana mayor bautizándola con el nombre de Agustina. Esta campana es la popular "Abuelita", la más antigua del Perú y se dice que dobló en el entierro de Santa Rosa de Lima, y de San Martín de Porres. 

Capilla de la Virgen de la O en la Basílica y convento de San Pedro, Lima
Capilla de la Virgen de la O en la Basílica y convento de San Pedro, Lima



Otra campana de mucha notoriedad es la "Grande" que pesa 100 quintales, por este motivo la torre donde está fue terminada después de haberla subido. Es muy sonora y la segunda en tamaño después de la "Cantabria" de la Catedral de Lima.

interior iglesia san pedro


Los terremotos que ha sufrido Lima hasta ahora han dañado poco la iglesia que es maciza. En San Pedro, que antes fue de nombre San Pablo, el jesuita Francisco del Castillo pronunció el Sermón de las tres horas por primera vez en el mundo, en 1655 pues así duró el comentario de las siete palabras de Cristo en la Cruz.

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Los Jesuitas fueron expulsados del Perú y América en 1772 por el rey de España, retornando posteriormente en 1871, colaborando decididamente en la Guerra del Pacífico. Muestra de ellos, es que esconden al Mariscal Cáceres, disfrazándolo de sacerdote para no ser capturado por los chilenos. Lo ayudan posteriormente a escapar tras lo cual organizó la Campaña de la Breña. También está el hecho que el lugar donde actualmente está el vestíbulo funcionaba la Universidad, convirtiéndose en hospital durante la guerra con Chile.

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Reliquias

Según el historiador peruano Rubén Vargas Ugarte en su obra Los jesuitas y el arte, Lima, 1963, y de la información que da el opúsculo de 1907 El Tesoro de San Pedro, la Iglesia de San Pedro cuenta con las siguientes reliquias:


  • Dos Lignum Crucis (restos de la Cruz del calvario).
  • Un Cristo de marfil, obsequiado por el Papa San Pío V a don Juan de Austria, quien lo tuvo en sus manos en la batalla de Lepanto.
  • Una espina de la Corona de Nuestro Señor Jesucristo cedida por el padre Francisco de Toledo, más tarde cardenal al Procurador, Baltazar Piñas.
  • Un hueso de la canilla del Apóstol San Pablo y un anillo de la cadena con la que fue atado en prisión, habían pertenecido a la Capilla Privada del Papa.
  • Un hueso de la cabeza del Apóstol San Mateo y otro de San Jerónimo, enviados por el padre Hernando Solier S.J. que pertenecieron a la capilla Privada del Papa.
  • Reliquias de los Apóstoles San Simón y San Matías. Además de San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, San Ignacio de Antioquía, San Lorenzo y el Papa Calixto, todos Mártires.
  • Una carta de San Ignacio de Loyola y un poco de polvo de su cuerpo.
  • Una costilla de San Francisco de Borja.
  • Un relicario de plata, un hueso pequeño y una muela de San Luis Gonzaga.
  • Restos de San Carlos Borromeo.
  • Un artejo de San Juan de Ávila.
  • Una costilla del Hermano San Alonso Rodríguez.
  • Cuerpos completos de 41 Santos Mártires extraídos de las catacumbas de Santa Priscila, San Calixto y otras de Roma, estos son: San Primo Víctor, San Segundo Víctor, San Tercio Víctor, San Germánico (mártir), San Lucio (mártir), San Vidal, Santa Cristina, San Mercurio (mártir) , San Víctor (mártir), San Benigno (mártir), Santa Septimia, San Marcelino, San Amando (mártir), San Félix, San Victoriano, San Corpiano , San Graciano (mártir), Santa Victoria (mártir), San Gaudencio (mártir), San Severino (mártir), San Crecencio, San Electo, San Justo, San Tito, Santa Exuperancia, San Hipólito (mártir), San Celio (mártir), San Urso (mártir), San Flonorato, San Calistrato, San Estacteo, San Eragrio, San Priaciano, Santa Cándida (mártir), San Herculano (mártir), San Venerando, San Jacinto (mártir), Santa Aretuza, San Teodoro, San Antonino, San Liberato.
  • El cuerpo casi completo de San Aurelio (mártir).
  • Algunos huesos de San Fortunato (mártir), entre otros Santos Mártires.
  • Algún hueso de Santo Toribio de Mogrovejo, Santa Rosa de Lima y San Francisco Solano.

27 enero 2020

El tráfico en Lima comenzó con las carrozas

Dice una vieja frase que en el Perú existen dos clases de problemas: los que se arreglan solos y los que no se arreglan nunca. Como el transporte en Lima, por ejemplo. La imbecilidad al volante manifestada hoy en intersecciones bloqueadas, bocinazos a semáforos en rojo y buses atrapados bajo puentes no encuentra explicación en encefalogramas, pero esta inclinación por el desorden es tan antigua como la ciudad misma.




El arquitecto Juan Günther Doering contaba que la Lima de 13 por 9 manzanas que trazó Pizarro nunca fue una ciudad de líneas rectas ya que solo 62 de las 117 manzanas originarias eran realmente cuadradas. El damero fue absorbido por una estructura anterior de caminos y canales indígenas.Es más, la primera vía construida por el poder colonial llegaría recién a finales del siglo XVIII, en la época del virrey O’Higgins, la ruta Lima-Callao que es hoy la Avenida Colonial.




Según el maestro Juan Manuel Ugarte Eléspuru, esa amalgama de vías confusas terminó condicionado el carácter limeño: “Nosotros no tenemos concepción de actuar en línea recta, somos fundamentalmente sinuosos”.


Haga algo, virrey

Se cree que la primera carroza que rodó por esos caminos tortuosos fue la de don Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, en 1556. Un virrey al que se le recuerda, entre otras cosas, por haber viajado de Trujillo a Lima sobre los lomos de un camello.




Adornadas con sedas y brocados de oro las carrozas se desplazaban en menor número que las calesas de dos ruedas y las carretas que se usaban para mudanzas. Precisamente, en 1556 se dio la primera ordenanza sobre tránsito para regular las carretas que pasaban a toda velocidad por las estrechas calles que tenían al centro, o en los costados, acequias que cumplían la función de desagües. Las ruedas esparcían aguas inmundas por las paredes de las casas y las patas de los animales levantaban un polvillo de tierra y estiércol que todos terminaban aspirando.




Esto se agravaría con la aparición de forlones, estufas, balancines, coches y demás carruajes que generaron un tráfico tan intenso que obligó al virrey marqués de Guadalcazár a decretar en 1624 “que de aquí en adelante no se pueda hazer ninguno (coche) en esta ciudad sin licencia mía o de quien en nombre de Su Magestad tubiere este gobierno a su cargo, (so) pena de mil pesos al carrosero que sin ella lo hiziere y un año de destierro de esta ciudad y sien pesos a cada oficial que trabajara en los dichos coches”.




Pero nada impidió la proliferación de carruajes y el inicio de la manía tan local y, aún tan vigente, de desplazarse sobre ruedas cuando se podría andar a pie.


Concurren en carruajes a los paseos públicos y en ellos se conoce bien el carácter de presunción de todos los limeños. Confúndese frecuentemente el artesano con el poderoso; cada uno procura igualar al de más alta jerarquía; y como es consiguiente el lujo ha subido a tan alto punto que reina mucho el capricho en esta clase de diversión. Se tiene por indecoroso presentarse a pie en el paseo y muchas personas se ven obligadas a mantener calesa por no apartarse de los principios de opinión”, escribió el marino español y experto cartógrafo, Felipe Bauzá y Cañas en 1790.




Visitantes extranjeros como Bauzá o el francés Amadée Frézier (1713) cifraron, seguramente con exageración, en 4 mil a 7 mil el número de calesas que rodaban por la capital. Una locura para una ciudad amurallada y con más de 3.500 caballos, mulas y burros rondando por las calles. 
Ricardo Cantuarias señala en su estudio “El transporte en Lima del virreinato a la República” que, para evitar el pago del impuesto al rodaje, muchos propietarios no registraban todos sus carruajes ya que cada familia poseía, en promedio, tres calesas y coches en la Lima de fines del virreinato. En 1869 se derrumbarían las murallas y comenzaría la expansión hacia el sur. Y recién en 1874 se crearían las placas y los brevetes.




Criollada a caballo

En 1851 se intentó establecer un servicio de transporte público desde la Playa Mayor hasta el resto de la ciudad, pero los coches sucios, los caballos escuálidos y los cocheros insolentes condenaron la empresa a un rápido fracaso. Seis años después, el comerciante José Suito emprendió un proyecto similar con media docena de carruajes nuevos. Fue tal el éxito que a los pocos días se sumaron otros treinta, pero ahí apareció la viveza criolla.


Al mismo tiempo que celebramos esta mejora de comodidad para el público, no podemos menos de reprobar los abusos que los cocheros cometen exigiendo precios caprichosos cada vez que se les ocupa”, denunció Manuel Atanasio Fuentes en su “Estadística general de Lima”.




Y es que el precio establecido era de 4 reales por persona, pero los cocheros llegaban a exigir hasta cinco veces más. “Aunque estamos convencidos de que en Lima es costosa la alimentación de las bestias y el pago de jornales, y que el mal empedrado destruye con prontitud los carruajes, no por eso dejaremos de protestar por el poco celo desplegado por la Municipalidad por haber arreglado con los empresarios una tarifa de precio que no estuviese al capricho del cochero. En Europa cada coche tiene fijado en su interior la tarifa de precios señalada por la autoridad y en Chile esa tarifa se inserta en los almanaques que debe acompañar siempre al cochero”, se lamentaba Fuentes en 1858.




El primer choque

Con el nuevo siglo llegaron los automóviles y quiso el destino que la primera salida a motor también marcara el primer acto de imprudencia al volante. Consistió en arrancar sin saber cómo frenar. Según el archivo de El Comercio, una mañana de 1903, Ricardo L. Flórez prendió el caldero de su ‘Locomobile’ en la calle de Mariquitas y dio cuatro vueltas entre el Paseo Colón y la Alameda de los Descalzos, no por el placer de conducir sino porque no tenía idea cómo parar. Mientras esperaba que se terminara el vapor, dos tranvías de caballos invadieron la vía y acabó empotrado contra una pastelería en la plazuela de Desamparados, detrás de Palacio. Noventa soles en daños costó aquella temprana constatación de que los limeños nacimos negados para el volante.


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06 enero 2019

CASONA DE OSAMBELA

En pleno Cercado de Lima se levantó una amplia casona de estilo neoclásico entre fines del siglo XVIII y principios del XIX, es el Palacio Osambela, que resalta por su fachada de cinco balcones de madera, una portada con pilastras y un mirador con cúpula desde donde el propietario observaba los galeones que andaban en el Callao.


Esta casa pertenecía en un principio al noviciado de Santo Domingo, pero por las deudas que tenía el convento, cumplir con esos pagos y terminar con obras de la iglesia, se vende parte del terreno al armador de buques, comerciante y banquero, el español Martín de Osambela.


Más tarde la casa fue puesta a disposición del libertador don José de San Martín para el gran baile que se ofreció a la sociedad limeña, además de servir de morada al libertador tras la proclama de la independencia del Perú.

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En 1854, Osambela fallece y su viuda decide vender la casa con el fin de cancelar las deudas que tenía su esposo. Es así que pasa a manos de José de la Asunción Oquendo, muy conocido en Lima, por lo que la gente comenzó a llamar el inmueble como la Casa Oquendo.
José de Oquendo habitó la casa hasta su muerte en 1892, legando la propiedad a sus dos hijas, María Rebeca y María Sara. A la muerte de María Rebeca en 1941, la casa pasó a ser propiedad de la Caja de Ahorros de Lima.

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Esta casona llama la atención a los estudiosos por particularidades que la distinguen de otras construcciones en Lima de esa época, tales como las habitaciones que están distribuidas en forma paralela a la calle, por lo que su fachada es extensa para poder albergar los cinco balcones de cajón y de estilo Luis XVI; además tiene cuatro niveles, siendo el último el mirador de planta octogonal, lo cual estaba prohibido al momento de su construcción, por precaución antisísmica.

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Fue declarada Monumento Nacional en 1963 y Patrimonio Cultural Inmueble en 1973. Actualmente es sede del Centro Cultural Inca Garcilazo de la Vega, a cargo del Ministerio de Educación.

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La Casa de Osambela está ubicada en jirón Conde de Superunda 298, en el Centro Histórico de Lima.
Destacada del resto de las construcciones limeñas de principios del siglo XIX por su color azul añil.
También conocida como Casa Oquendo fue declarada Patrimonio Nacional en 1963. Conserva un estilo arquitectónico francés rococó y posee una rica historia. La casona, que data de 1805, es la más grande del Centro Histórico de Lima y destaca por su amplia fachada y balcones de excelente calidad.

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Las denominaciones de Osambela y Oquendo la adquiere por los nombres de las familias que la habitaron desde su construcción hasta 1941. Por ejemplo, su edificador y primer inquilino fue Don Martín de Osambela, banquero y naviero, nacido en 1754, en Navarra, España, quien llegó a Lima en 1774. 

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En el primer piso se encuentra el patio principal, notable por su sobriedad y la magnífica escalera que conduce al segundo piso. Además, hay un segundo patio que data del siglo XVIII al que se llega a través de un pasadizo estrecho.

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Durante la firma de Actas de la Independencia del Perú, el General Don José de San Martín llegó a Lima y fue alojado en esta vivienda por invitación de Osambela. Además, se convirtió en el lugar preciso para los festejos correspondientes de la fecha.

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Luego de la emancipación, debido a la persecución por parte del ministro Monteagudo, Osambela se refugió en el Castillo del Real Felipe, en el Callao, hasta su muerte en 1825. Por ello, la familia rentó las diversas instalaciones y se convirtieron en locales comerciales y viviendas. La ganancia obtenida fue para la supervivencia de la viuda e hijos hasta 1850, año en que perdieron todo a raíz de un fallo desfavorable de un juicio.

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En 1854, la casa fue adquirida por el abogado limeño José de Oquendo, quien la habitó hasta su fallecimiento en 1892, concediendo la propiedad a sus dos hijas: María Rebeca y María Sara. Tras fracasar el matrimonio de la primera con el diplomático chileno Joaquín Subercasseaux, ella decidió retornar a Lima y así al inmueble se le denominó ‘Casa de Oquendo’.

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La residencia sirvió de sede de la Empresa Nacional de Turismo del Perú (Entur-Perú) y, el 11 de septiembre de 1979, se convirtió en local del Centro Cultural Inca Garcilaso de la Vega. Fue restaurada entre 1982 y 1985 por el arquitecto Niño de Guzmán, respetando su color original.

02 enero 2018

La casona más antigua de Lima

Para gran parte de los limeños, la llamada Casa del Oidor, ubicada en lo que ahora es la esquina de los jirones Carabaya y Junín, es la construcción más antigua y primigenia de la Lima recién fundada.

Casa del Oidor
Casa del Oidor



La vieja casona, construida sobre dos de los cuatro solares en que fueron divididos los 117 ‘escaques’ del llamado Damero de Pizarro, fue construida por Alonso Riquelme, tesorero de los conquistadores, y después habitada por Gaspar Melchor de Carbajal, encargado de escuchar (‘oír’) las quejas de los vecinos. De ahí su nombre.


Casa del Oidor




Sin embargo, ese edificio, como todos los construidos en el siglo XVI, fue modificado o reconstruido después del terremoto del 28 de octubre de 1746, que dejó solo 25 casas de pie en Lima, “tan averiadas, que […] se tuvo por más prudente el derribarlas y tornarlas a edificar de nuevo”, según la crónica.




En su Monumenta limensis, el pintor e historiador Juan Manuel Ugarte Eléspuru afirma que la edificación limeña más antigua que se conserva desde la Colonia es la llamada Casa de Pilatos (jirón Áncash 394), erigida en 1592 y hoy sede del Tribunal Constitucional.


La mansión solariega fue construida por el jesuita y arquitecto Jerónimo Ruiz Portilla y, a su muerte, concluida por Martín de Aizpitarte, por encargo de una hija del conquistador Josef Jarava, esposa del encomendero Diego de Esquivel. 



Según Ricardo Palma, en 1536 el comerciante judío Juan Bautista Pérez fue acusado ante la Santa Inquisición de flagelar una imagen de Cristo, en compañía de diez israelitas. Los once fueron quemados vivos, aunque de esto no hay noticia en los anales inquisitoriales.
La afirmación de Ugarte no es la primera. Lo mismo dicen el arquitecto Héctor Velarde en Itinerarios de Lima, y Margarita Cubillas, en Lima monumental. El primero afirma que el solar sobrevivió a los terremotos de 1687 y de 1746.




Ugarte indica que en un plano de 1599 aparece la casa tal como se ve hoy, aunque con las modificaciones hechas después del incidente de Pérez, que motivó la independización de la parte infamante, y su posterior venta.
Lo que hace de este palacio una joya invalorable de la arquitectura limeña antigua es su depurada singularidad, sin rival en Lima ni en América hispana toda. Es un estilo protobarroco de gran majestad que da al conjunto ese aire institucional y monasterial, a la vez que de señorío feudal.


Su suntuosidad hizo que durante la Colonia se hospedaran en ella las personalidades que visitaban nuestra capital. (En Lima, solo la Casa Aliaga –frente a la puerta lateral de Palacio de Gobierno– tiene la escalera al centro como eje del diseño de planta.)




En el siglo XIX pasó por varias manos; a principios del XX fue alquilada como colegio, y en 1941 la adquirió el Ministerio de Educación, como sede del INC, que se trasladó al Museo de la Nación.



Coincidimos con la propuesta de Ugarte de destinar esta mansión solariega a un museo dedicado exclusivamente a rememorar la pasada grandeza de nuestra Lima.

01 mayo 2017

Así se vivía la Semana Santa en la Lima de los años 40

El recorrido de las siete iglesias en Semana Santa es una tradición latinoamericana, que en el Perú siempre se vivió con mucha devoción. Prueba de ello es un vídeo digitalizado por la Biblioteca Nacional del Perú sobre esta celebración en Lima a mediados de la década de los años 40.



Ciudad católica. El vídeo es acompañado de una narración de la época que resalta el predominante catolicismo en la ciudad y describe los recorridos, procesiones y los altares levantados en las iglesias para recibir a los fieles.
Entre los personajes figuran el presidente de entonces, José Luis Bustamante y Rivero, a quien se ve saliendo de Palacio de Gobierno hacía la Catedral de Lima. También al arzobispo Juan Gualberto Guevara, el primer cardenal nacido en el Perú.



El vídeo termina con una imagen de la catedral al anochecer y sobre sus torres la clásica luna llena de Semana Santa.

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